Antecedentes
Conocí el trabajo de Aniko Villalba entre los años 2013 y
2014. Fue Google quien nos presentó a su blog y a mí justo cuando yo buscaba sobre
algo que me llevaba atormentando y avergonzando desde hacía mucho tiempo: el miedo a viajar. Recibí muchas críticas por haber dejado pasar ciertos viajes
para los que no me sentía preparada. Viéndolo con retrospectiva, esas mismas
voces que me reprocharon mi cobardía entonces, fueron las que me tildaron de
loca por hacer un roadtrip de más de 3.000 kilómetros en coche. Pues eso.
El caso es que después de haber enfrentado durante algún
tiempo comentarios que no me ayudaban en nada a superar mi miedo, encontré esto
y, de repente, pude ver mi problema desde otra perspectiva. Y no es que hiciera
la mochila y saliera a ver mundo como si nada hubiera pasado. No. Pero empecé a
dar pequeños pasos en firme, de esos que intuyes que va a salir algo muy bueno.
El problema es que estaba enfocando mal el asunto. Yo, que
había tenido siempre ganas de conocer lo desconocido, porque soy curiosa por
naturaleza, pensaba que ese miedo no me iba a dejar nunca realizar uno de mis
sueños, ir de viaje por aquí y por allá. Ese pensamiento me frustraba y me
hacía verlo todo de color gris.
Sin embargo, el quid de la cuestión estaba en una frase que
leí en el post de Aniko sobre el miedo a viajar y por qué no hay que dejar quenos frene: “Es normal tenerle miedo a lo desconocido”. Yo aún sigo sintiendo
esa ansiedad (que, según Paul Theroux, Freud también sentía y llamaba reiseangst) cuando preparo un viaje pero ahora enfoco esa energía en otra
cosa: es un reto a mí misma, para saber hasta dónde puedo llegar. Cuando estoy en
ruta, ni me acuerdo del miedo. Y cuando vuelvo a casa, extraño mucho todo lo
que conocí.
El libro
Todo este prólogo, que más bien parece una sección de
autoayuda J, era
para poner en contexto cómo llegué al trabajo de Aniko Villalba, primero a
través de su blog y, ahora, unos años después, hasta Días de Viaje, su primer
libro escrito. Días de Viaje no se puede conseguir por los medios de compra
tradicionales. Es de edición independiente y solo se puede comprar a través de
la web de Aniko y en puntos de venta contados. La verdad es que podía haberlo comprado en
ebook, formato en el que suelo leer muchísimo, pero esta lectura me estaba
pidiendo a gritos contacto físico. Tras mucho buscar por Madrid, lo encontré en
la librería Desnivel, especializada en libros de montañismo, viajes y
aventuras.
La preciosa ilustración de portada promete: una mochila de
la que salen cámaras fotográficas, cuadernos, bolígrafos, gatos, naipes,… todos
ellos elementos que representan los primeros años como viajera y nómada digital
de Aniko Villalba.
El punto de partida es Buenos Aires. Una chica que acaba de
terminar su formación universitaria tiene que decidir acerca de su futuro. Y aquí se le plantean dos tipos de vida: la convencional de trabajo
de ocho horas, casa, boda e hijos; o la alternativa al sistema, que muchos tachan de
locura, y que consiste en ir a recorrer el mundo y escribir sobre ello. A pesar de las voces
críticas, Aniko elige seguir su sueño y emprende su primer viaje en solitario
por América Latina.
Lo que sigue no es una guía de viajes, por si algún
despistado se hace con el libro para ese fin. Nada de eso. Lo que sigue es un
relato sobre experiencias, sensaciones, lugares, gentes, costumbres, anécdotas
y vida.
Además de América Latina, la autora nos cuenta también sobre
su viaje por Asia, su segundo gran reto tras un parón en Buenos Aires. Disfruté lo que no está escrito leyendo el
capítulo de China; me parece fascinante la manera en que Aniko es capaz de
superar sus propias limitaciones, en este caso, la barrera del idioma.
Días de viaje relata otros recorridos por Europa, donde se
incluyen por cierto estancias en Madrid, Carcelona (Barcelona), Asturias y
Andalucía, un precioso viaje a Laponia, a Lisboa o a la República Checa, así
como un par de meses de travesía por Marruecos.
El libro está repleto de reflexiones, de impresiones, de
sentimientos, de gente. Desmonta los típicos mitos de que viajar es muy caro,
de que vivir de manera nómada es incompatible con formar una familia, o de que
viajando estás como de vacaciones. Además, hay una sensación recurrente a lo
largo de todo el texto que a mí también me ha pasado cuando vuelvo de algún
sitio; se trata de la parte más onírica de un viaje: ¿de verdad yo he estado
allí? ¿De verdad he sido capaz de hacer eso? Pues parece ser que sí.
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