jueves, 9 de marzo de 2017

Excursión a Patones de Arriba

Hacía casi tres meses que no salíamos de excursión. El invierno invita a recogerse y las obligaciones se imponen. Pero el mes de marzo es en el que empieza la primavera y los días se van haciendo más largos; la morriña del sofá y la mantita empieza a diluirse.

Por eso el domingo pasado decidimos que iba siendo hora de planificar algo; cortito, pero algo. Me apetecía ir a un lugar y mirarlo con los ojos del viajero: fotografiar rincones, descubrir paisajes, ver gente y disfrutar de nuevas situaciones.

¡En marcha! Nos vamos de excursión
Al final salió una de esas excursiones Comunidad de Madrid que tanto me gustan y que me permiten descubrir sitios que están muy cerca de donde vivo y que permanecen pacientes a la espera de que los descubra.

El lugar que visitamos se llama Patones y está a 90 kilómetros de distancia de mi casa, en el noreste de la Comunidad de Madrid, lindando con la provincia de Guadalajara. Para llegar desde la capital, hay que coger la A-1 dirección Burgos hasta llegar a la N-320, donde nos desviamos hacia una carretera de doble sentido que en 15 minutos nos anuncia Patones… de Abajo, la parte del pueblo situada al pie de la montaña detrás de la que se esconde Patones de Arriba, uno de los pueblos más bonitos de España, según cuentan.

Patones de Arriba. Conjunto Histórico. Bien de interés cultural
Para llegar a Patones de Arriba hay que subir un pequeño puerto de carretera estrecha y curvas cerradas que, tras un par de kilómetros, desembocan en la carretera de acceso al pueblo desde donde te dan la bienvenida el acueducto del Canal de Isabel II, y las primeras casas negras.

Acueducto de Patones de Arriba
Antes de pasar al pueblo, nada más llegar a la puerta, hay tres aparcacoches que te preguntan si tienes reserva para comer. En su chaleco reflectante llevan impreso el logotipo de Masterchef.

Los que vamos a pasar el día tenemos que aparcar fuera del pueblo en una cuesta que queda nada más entrar a la izquierda y que está bastante mal acondicionada para ser un sitio tan turístico. De hecho, nosotros rozamos el coche ligeramente con una piedra en la puerta del conductor. Heridas de guerra, lo llamo yo; recuerdos que nos llevamos en el coche, como la rascada de puerta que hice en nuestra visita a Bayeux del verano pasado. A la media langosta la idea de las heridas de guerra no acaba de convencerlo.

De todas maneras, una vez pusimos los pies en tierra y la mochila a la espalda encendimos el modo explorador. Aún era pronto por la mañana y había poca gente. Además, amenazaba agua y ya se sabe que los días de lluvia intimidan un poco. Pero a mí caminar bajo la lluvia me gusta. Los sitios tienen un color diferente. Es todo más nostálgico y esto me invita a mirar las cosas desde la reflexión más íntima.

Patones es un pueblo de color gris y negro, en parte porque las construcciones están hechas de pizarra, un material de la zona. Mi madre, que nos acompañó en la excursión, nos dijo que ella recordaba haber visto un reportaje en televisión en el que la alegría de los colores de las plantas llamaba la atención. Pero nosotros tan solo vimos un geranio de color rojo. No había flores pero sí mucho verde en la montaña debido a las últimas lluvias.

Patones es un pueblo gris, por la pizarra de sus construcciones
Justo en la entrada del pueblo hay ermita reconvertida en una pequeña oficina para turistas, en la que ofrecen visitas guiadas por 2,5 euros. Nosotros preferimos hacerlo por nuestra cuenta, ya que el pueblo es pequeño y hay una pequeña ruta marcada. Lo mejor es perderse por las callecitas y descubrir rincones aunque, eso sí, cuesta que viene, cuesta que se va.

Cuesta para arriba, cuesta para abajo
Empezamos por la izquierda, nos fijamos en las casas, en las típicas construcciones de pizarra, e hicimos zigzag por las calles hasta llegar a lo más alto del pueblo. Recorrimos parte del camino de tierra que continúa por la montaña hasta llegar a unas cuevas que nos llamaron la atención desde más abajo. No visitamos la más famosa de la zona, la Cueva del Reguerillo porque, sinceramente, no sabía si quiera de su existencia. Las que sí vimos eran bastante pequeñas y el estado de conservación no era muy bueno.

Cuevas en Patones
Volvimos al pueblo y lo recorrimos esta vez por el margen contrario al que habíamos subido. Ahora íbamos cuesta abajo y muy pendientes de no escurrirnos. La combinación pizarra+lluvia+barro+zapatillas inadecuadas nos daban todas las papeletas para besar el suelo de Patones. Pero no, no caímos.

Continuamos callejeando y nos dimos cuenta de que, a eso de la una del mediodía, aquello empezaba a animarse. A pesar de las predicciones meteorológicas y del sirimiri que había caído un poco antes, el cielo nos estaba dando una tregua y el pueblo había comenzado a llenarse de gente.

Patones es un sitio con mucha gastronomía y el logo de Masterchef en los chalecos reflectantes de los aparcacoches tiene su sentido. Por lo visto, el restaurante El Poleo apareció en el famoso programa de cocina y, desde entonces, es toda una celebridad gastronómica en el pueblo. Pero hay muchas opciones más para ser un pueblo tan pequeño. Nosotros paramos en una taberna en que lo típico son los torreznos. Y eso fue lo que pedimos, un refrigerio con torreznos para aliviar el hambre que nos había dado la caminata. El precio fue muy normal. Si os pensáis, como pensé yo, que sería más caro de lo normal os diré que no. Dos refrescos, una botella de agua y un torrezno a compartir, 6,50 euros.

Después de tomar algo, seguimos viendo zonas que antes nos habíamos dejado en el tintero e incluso visitamos una tiendecita en la que vendían artesanía y dulces caseros. Además, nos topamos con unos turistas extranjeros. Me encanta cuando la gente se sale de los itinerarios típicos y descubre este tipo de maravillas. A estos viajeros yo los califico de pro. Salen de las guías establecidas e invierten tiempo en conocer los contrastes de la Comunidad que acoge la capital de España. Sencillamente, me alegra el día.

Para terminar nuestra visita, miramos un par de puestecillos que había a la entrada y llegamos al punto de partida de nuevo. Como no teníamos reserva para comer, decidimos dar por terminada ahí la excursión. Deshicimos el camino de ida y bajamos por la carretera de acceso notando más tráfico de coches que subían. Enseguida estuvimos de nuevo en Patones de Abajo y buscamos la salida a la A-1.

En menos de media hora ya veíamos a lo lejos las cuatro torres que presiden Madrid. No dejo de asombrarme de lo diversa que es la Comunidad de Madrid. “Esto también es Madrid”, pienso cada vez que visito un lugar que no se parece en nada a la ciudad de cemento y prisas a la que voy a trabajar todos los días. Lo hago para ser consciente de ese orgullo de pertenencia a la tierra que me vio nacer y que, desafortunadamente, los madrileños solemos olvidar. Pero sí, yo soy de Madrid, de Madrid, de Madrid.

Excursiones Comunidad de Madrid

martes, 21 de febrero de 2017

Literatura de viajes: "Salvaje", de Cheryl Strayed

Decimos que febrero es el mes del amor. Aunque normalmente nos referimos a la vertiente más romántica de la palabra, mi mes de febrero de 2017 lo estoy dedicando a uno de los amores de mi vida: descubrir sitios. Y no es que esté viajando físicamente, no. Estoy dedicándome a encontrarme a través de los libros de viaje. Si en el anterior post ya os hablé de Días de viaje, de Aniko Villalba, y os dije que me había enamorado de él, creo que lo que siento por Salvaje, de Cheryl Strayed, es un amor divino, fuera de lo común.

Nunca antes había tenido la sensación de que un título fuera tan acertado para un libro. Salvaje es absolutamente salvaje, por las cosas que cuenta pero, sobre todo, por cómo las cuenta. A pesar de que en un primer momento abrí el libro para ver de qué iba, ya no pude dejarlo. No esperaba que fuera a atraparme tan rápido, ni tan hondo. He tardado más de diez días en leerlo, y no es que sea un libro largo, pero es que no quería que terminara. Leyéndolo me he aplicado una terapia que ahora está muy de moda en otras vertientes de la vida: he hecho slow reading, lo he leído muy lento.

Salvaje es una crónica autobiográfica: Es la historia de Cheryl Strayed (strayed en inglés significa extraviada), de cómo una mujer de 22 años sufre el fallecimiento de su madre, la pérdida de su familia, la ruptura de su matrimonio y de cómo su mundo se desmorona entre hombres que no significan nada para ella y un tonteo con drogas que no auguraban buen fin. “Por fin comprendía lo que la heroína había representado para mí: el anhelo de tener una escapatoria cuando, de hecho, lo que yo buscaba era una vía de acceso”.

Esa vía de acceso al cambio de sentido fue el SMP, el Sendero del Macizo del Pacífico, un camino para excursionistas que discurre por los estados americanos de California, Oregón y Washington, entre las fronteras con México y Canadá, de más de 4.200 kilómetros.

Con la única compañía de Monstruo, una mochila a la espalda de más de la mitad de su peso, Cheryl Strayed comenzó en junio de 1995 su camino en el SMP en el desierto de Mojave, al sur de California. En los siguientes 1.400 kilómetros de andadura hasta el Puente de los Dioses, en Oregón, Cheryl camina, cambia la ruta de viaje, sufre el desgaste en sus pies, pasa hambre, recibe cartas, lee, se topa con animales variados, vive lugares, duerme en plena naturaleza, conoce a mucha gente que le aportará grandes experiencias pero, sobre todo, conecta con ella misma.

Todo el relato de su viaje a pie por el SMP se entremezcla de manera fluida con recuerdos y vivencias de cuando era niña, de su madre, de su padre, de su padrastro, de sus hermanos, de su exmarido, de sus amigos,… de su vida. “Es imposible saber por qué ocurre una cosa y no otra. Cuál es la causa de qué. Qué destruye qué. Qué lleva a que unas cosas florezcan o mueran o cambien de rumbo. Pero yo, allí sentada esa noche, tenía la casi total certeza de que, a no ser por Eddie, no me habría encontrado a mí misma en el SMP”.

Desde luego, este libro de Cheryl Strayed, se coloca directamente en mi Top 10 de libros, de hecho, por ahora se sitúa en el número 1. Sin duda, la lista de lecturas de cada uno de nosotros, sean del tipo que sean, nos definen como personas. Seguro que si echáis un vistazo a la mía, podéis sacar muchas conclusiones. Desde luego, este mes de febrero estoy encontrándome a mí misma en experiencias que me parecen alucinantes, historias de superación personal, de transformación emocional, de crecimiento.

viernes, 10 de febrero de 2017

Literatura de viajes: "Días de viaje", de Aniko Villaba

Antecedentes

Conocí el trabajo de Aniko Villalba entre los años 2013 y 2014. Fue Google quien nos presentó a su blog y a mí justo cuando yo buscaba sobre algo que me llevaba atormentando y avergonzando desde hacía mucho tiempo: el miedo a viajar. Recibí muchas críticas por haber dejado pasar ciertos viajes para los que no me sentía preparada. Viéndolo con retrospectiva, esas mismas voces que me reprocharon mi cobardía entonces, fueron las que me tildaron de loca por hacer un roadtrip de más de 3.000 kilómetros en coche. Pues eso.

El caso es que después de haber enfrentado durante algún tiempo comentarios que no me ayudaban en nada a superar mi miedo, encontré esto y, de repente, pude ver mi problema desde otra perspectiva. Y no es que hiciera la mochila y saliera a ver mundo como si nada hubiera pasado. No. Pero empecé a dar pequeños pasos en firme, de esos que intuyes que va a salir algo muy bueno.

El problema es que estaba enfocando mal el asunto. Yo, que había tenido siempre ganas de conocer lo desconocido, porque soy curiosa por naturaleza, pensaba que ese miedo no me iba a dejar nunca realizar uno de mis sueños, ir de viaje por aquí y por allá. Ese pensamiento me frustraba y me hacía verlo todo de color gris.

Sin embargo, el quid de la cuestión estaba en una frase que leí en el post de Aniko sobre el miedo a viajar y por qué no hay que dejar quenos frene: “Es normal tenerle miedo a lo desconocido”. Yo aún sigo sintiendo esa ansiedad (que, según Paul Theroux, Freud también sentía y llamaba reiseangst) cuando preparo un viaje pero ahora enfoco esa energía en otra cosa: es un reto a mí misma, para saber hasta dónde puedo llegar. Cuando estoy en ruta, ni me acuerdo del miedo. Y cuando vuelvo a casa, extraño mucho todo lo que conocí.

El libro

Todo este prólogo, que más bien parece una sección de autoayuda J, era para poner en contexto cómo llegué al trabajo de Aniko Villalba, primero a través de su blog y, ahora, unos años después, hasta Días de Viaje, su primer libro escrito. Días de Viaje no se puede conseguir por los medios de compra tradicionales. Es de edición independiente y solo se puede comprar a través de la web de Aniko y en puntos de venta contados. La verdad es que podía haberlo comprado en ebook, formato en el que suelo leer muchísimo, pero esta lectura me estaba pidiendo a gritos contacto físico. Tras mucho buscar por Madrid, lo encontré en la librería Desnivel, especializada en libros de montañismo, viajes y aventuras.

La preciosa ilustración de portada promete: una mochila de la que salen cámaras fotográficas, cuadernos, bolígrafos, gatos, naipes,… todos ellos elementos que representan los primeros años como viajera y nómada digital de Aniko Villalba.

El punto de partida es Buenos Aires. Una chica que acaba de terminar su formación universitaria tiene que decidir acerca de su futuro. Y aquí se le plantean dos tipos de vida: la convencional de trabajo de ocho horas, casa, boda e hijos; o la alternativa al sistema, que muchos tachan de locura, y que consiste en ir a recorrer el mundo y escribir sobre ello. A pesar de las voces críticas, Aniko elige seguir su sueño y emprende su primer viaje en solitario por América Latina.

Lo que sigue no es una guía de viajes, por si algún despistado se hace con el libro para ese fin. Nada de eso. Lo que sigue es un relato sobre experiencias, sensaciones, lugares, gentes, costumbres, anécdotas y vida.

Además de América Latina, la autora nos cuenta también sobre su viaje por Asia, su segundo gran reto tras un parón en Buenos Aires.  Disfruté lo que no está escrito leyendo el capítulo de China; me parece fascinante la manera en que Aniko es capaz de superar sus propias limitaciones, en este caso, la barrera del idioma.

Días de viaje relata otros recorridos por Europa, donde se incluyen por cierto estancias en Madrid, Carcelona (Barcelona), Asturias y Andalucía, un precioso viaje a Laponia, a Lisboa o a la República Checa, así como un par de meses de travesía por Marruecos.


El libro está repleto de reflexiones, de impresiones, de sentimientos, de gente. Desmonta los típicos mitos de que viajar es muy caro, de que vivir de manera nómada es incompatible con formar una familia, o de que viajando estás como de vacaciones. Además, hay una sensación recurrente a lo largo de todo el texto que a mí también me ha pasado cuando vuelvo de algún sitio; se trata de la parte más onírica de un viaje: ¿de verdad yo he estado allí? ¿De verdad he sido capaz de hacer eso? Pues parece ser que sí.

martes, 27 de diciembre de 2016

Visita al cementerio militar alemán de Cuacos de Yuste (Extremadura)

Los que habéis seguido nuestra aventura a Bélgica del pasado verano, sabréis que en nuestra parada en Normandía, visitamos el cementerio americano de Normandía, donde descansan los restos de soldados americanos de la II Guerra Mundial, y el cementerio británico de Bayeux.

En nuestra visita, teníamos previsto visitar también el cementerio militar alemán situado en La Cambe. Sin embargo, como ya os contamos, tuvimos un pequeño problema con el coche y finalmente tuvimos que continuar el camino hasta nuestro siguiente destino, que era Brujas, en Bélgica (toda la historia de cómo nos quedamos tirados con el coche en el extranjero y cómo actuar en caso de problemas con el coche fuera de España).

El caso es que cuando estuve buscando información en Internet acerca del cementerio alemán di por casualidad con un cementerio militar alemán situado en España, concretamente en Cuacos de Yuste, en Extremadura, provincia de Cáceres.


Así que el día de la Constitución, el 6 de diciembre, la media langosta y yo decidimos irnos de excursión a Extremadura. Estuvimos visitando el Monasterio de Yuste, donde pasó los últimos años de su vida el emperador Carlos V, y el cementerio militar alemán, que está muy cerca, en el margen derecho de la misma carretera que sube hacia el Monasterio desde el pueblo de Cuacos de Yuste.

En otro post os hablaré de la bonita visita que hicimos al Monasterio de Yuste y de lo mucho que merece la pena coger audioguías o visitas guiadas cuando vas a un sitio así pero hoy lo que quiero contaros es que, de paso, visitamos también el cementerio militar alemán de Cuacos de Yuste. Es un lugar pequeño, modesto y solitario, nada que ver con los cementerios que visitamos en Normandía. Aun así, las hileras de cruces negras donde reposan 26 soldados fallecidos durante la Primera Guerra Mundial y otros 154 de la Segunda imponen bastante.

Cementerio militar alemán de Cuacos de Yuste
La discreta puerta de entrada anuncia que estamos en un cementerio donde se ha dado sepultura a militares alemanes. Para llegar a la zona de las cruces, hay que recorrer un sendero que desemboca en una pequeña caseta en la que se encuentra una placa que dice lo siguiente:

“En este cementerio de soldados descansan 26 soldados de la Primera Guerra Mundial y 154 de la Segunda Guerra Mundial. Pertenecieron a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España, submarinos y otros navíos de la armada hundidos. Algunos de ellos murieron en hospitales españoles a causa de sus heridas. Sus tumbas estaban repartidas por toda España, allí donde el mar los arrojó a tierra, donde cayeron sus aviones o donde murieron. El Volksbund en los años 1980–1983 los reunió en esta última morada inaugurada en presencia del embajador de la República Federal de Alemania en un acto conmemorativo hispano-alemán el 1 de junio de 1983. Recordad a los muertos con profundo respeto y humildad”.

El cementerio militar alemán de Cuacos de Yuste reúne, por tanto, a aquellos soldados que estaban enterrados por toda la geografía española y a los que se quiso dar sepultura juntos en un mismo lugar. Al igual que en los cementerios americano y británico de Normandía, encontré alguna tumba en la que no se identifica al militar y se emplea la frase: “Ein unbekannter deutscher soldat” (un soldado alemán desconocido).

Un soldado alemán desconocido

No se necesita demasiado tiempo para realizar esta visita y además es gratis, por lo que, si estás pensando en una escapada al Monasterio de Yuste o a la zona del Jerte en general, puede ser una parada interesante en tu excursión.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Por qué me compré una mochila Kanken

Hay veces que las cosas que quieren instalarse en tu vida te mandan señales. Y eso es precisamente lo que me ha pasado con la mochila Kanken. Fue en torno a finales del verano cuando la vi de pasada en el blog de libros de una chica que sigo. Era la verde con asas rosas y me pareció preciosa. Investigué un poquito y me horroricé con el precio. Miré en Wallapop y vi que había gente que las vendía tanto nuevas como de segunda mano más o menos a mitad de precio. Pero había truco: no eran las originales.


Lo dejé pasar y pensé que quizá me la pediría para mi cumpleaños pero al final se interpusieron otras cosas. Sin embargo, el deseo permanecía latente y, cuanto más la veía, más me enamoraba de ella.
Todo tiene un porqué: suelo utilizar mochilas en lugar del bolsos, especialmente los fines de semana, porque me es más cómodo para llevar mis cosas, no me entorpece si estoy haciendo algo, no se me escurre del hombro, la pongo delante cuando hay aglomeraciones y, en definitiva, van más conmigo.

Además, estaba buscando una fiel compañera para los viajes y excursiones. La que tengo ahora es muy pequeña y acaba siempre a punto de estallar (además lleva muchos años conmigo y está muy perjudicada:). Pero, a la vez, necesitaba algo que se considere equipaje de mano y que no llegue a la categoría de maleta, y la Kanken (el modelo classic, que es el que yo compré) tiene el tamaño ideal.

Más que una mochila, una filosofía de vida


Pero hay más. El caso es que Fjallraven, la marca que está detrás de esta mochila, que también desarrolla ropa y otros complementos para disfrutar de viajes y naturaleza, se compromete de una manera especial con la sociedad, algo que es bastante importante para mí.

En muchos de los sitios en los que he leído información sobre la Kanken, destacan que es la mochila de moda, la de las bloggers que siguen las tendencias y demás. Y lo cierto es que el diseño me encanta y la amplia gama de colores que tienen supone que tardé bastante en decidir con cuál me quedaba, pero nunca haría una inversión así solo porque se haya convertido en el producto de la temporada.

Si por algo decidí comprar mi Kanken es porque el producto que ofrece Fjallraven está hecho con los mejores materiales, ayuda a prevenir los problemas de espalda, es impermeable y muy duradero (huye de la moda del usar y tirar y del consumismo porque sí) y, por consiguiente, es respetuoso con el medio ambiente. Además, me gusta mucho que la marca vele por el proceso de fabricación, la selección de los materiales y los empleados que trabajan para ellos.

Así que después de contactar con dos o tres personas a través de Wallapop, no me convenció nada que me pudiesen enviar una mochila Kanken falsa porque dejarían de tener sentido los principales argumentos por las que quería comprarla.

Por eso, miré en algunas tiendas físicas en Madrid (que por cierto son muy pocas) pero las que encontré tampoco eran originales. Ya solo me quedaba comprarla en la página oficial de Fjallraven y, cuando estaba a puntito de hacer el pago, descubrí una tienda súper chula, distribuidores oficiales, en la que tenían una oferta, incluían los gastos de envío y me la enviaban en 24 horas. Y, efectivamente, un día después tenía la Kanken classic color Royal Blue en mi casa.

Y ya sabéis la historia de por qué compré mi Kanken, básicamente es que me gusta tener cosas que signifiquen algo más que el producto en sí y que estén comprometidos con el mundo que nos acoge. Así aporto mi granito de arena para conservarlo. Si encima es bonito, como es el caso, mejor que mejor. Espero que esta mochila me dure mucho, mucho tiempo y que dentro de unos años pueda contaros que todo lo prometido con esta mochila se ha cumplido.