miércoles, 24 de agosto de 2016

Viajar a Bélgica en coche. Etapa 5: Bruselas

El día que decidimos ir a Bruselas primero pensamos hacerlo en tren porque el problemilla con el coche estaba muy reciente y nos daba un poco de reparo. Desde la estación de Brujas salen regularmente trenes que en una hora más o menos te dejan en Bruselas. El precio ida y vuelta ronda poco menos de 30 euros e incluso se puede comprar un billete que te permite bajar en Gante, pasear por la ciudad y después continuar con tu trayecto.

No obstante, antes de salir de Madrid me había informado sobre el tema aparcamiento en Bruselas y había conocido una iniciativa muy de moda en las capitales europeas: los P+R (park and ride). Los P+R son espacios habilitados en las afueras de las ciudades para aparcar el coche. En Bruselas los que yo vi son gratuitos y están cerca de alguna forma de transporte público.

En esta página podéis consultar un mapa para localizarlos. Únicamente tenéis que seleccionar la opción “parkings de transit” y quedan marcados con un recuadro en verde y la letra P. En total, Bruselas cuenta con siete P+R gratuitos, todos conectados con una estación de metro o de tranvía.

Mapa con los P+R en Bruselas

Calculando que nos íbamos a gastar un total de 60 euros en la ida y la vuelta en tren, decidimos poner a prueba el coche y desplazarnos hasta Bruselas en nuestro Seat León recién reparado. Por ello, tras desayunar, disfrutar de un simpático desayuno con los huéspedes del B&B Antares y despedir a la pareja norteamericana, que continuaba su viaje, programamos el GPS (os hablaré de él en otra entrada, es un invento maravilloso y no tiene nada que ver con el GPS del móvil) y pusimos rumbo a Bruselas.

Rumbo a Bruselas


En Bélgica las autovías son gratuitas y lo cierto es que son bastante buenas a pesar de que había leído comentarios diciendo que eran peor que las de Francia. Bueno, la comparación creo que no cabe porque la mayor parte de las autopistas de Francia son de peaje y, desde luego, lo que sí encontramos en tierras francesas fueron menos coches. También es verdad que la media langosta me comentó que se diferencian bastante en la conducción en mojado y, en este sentido, las carreteras belgas son más parecidas a las españolas. Son seguras pero están más transitadas por ser gratuitas y eso se nota.

El caso es que el día que decidimos ir a Bruselas llovía bastante y había bastante tráfico. Además, encontramos algún que otro accidente menor en la carretera. Habíamos decidido aparcar en el P+R de Ceria, con una capacidad de 200 plazas, y al lado de la estación de metro del mismo nombre. En cuanto entramos en Bruselas por las afueras notamos la congestión de tráfico, como en la M-30 o en la M-40 madrileñas. De ahí que reivindique la utilidad del GPS en este tipo de desplazamientos, ya que tienes que estar muy pendiente de todo lo que sucede alrededor y el aparato es el que se ocupa de decirte por dónde has de ir.

Al final, encontramos sin problema el aparcamiento, que estaba bastante lleno a las 11 de la mañana aproximadamente. Me recordó a algunas estaciones que frecuento en Madrid y que se llenan pronto por la mañana porque la gente se desplaza con su coche hasta allí, lo aparca y después coge el  Cercanías. La estación de Ceria es algo así.

Finalmente encontramos un buen sitio para aparcar, el único que estaba disponible y allí que dejamos el León. No nos resultó difícil llegar hasta allí ni aparcar. Buena elección ir en coche.


Cogemos el metro para llegar al centro de la ciudad


Una vez aparcado el coche, fuimos a la estación de metro y cogimos un plano. La estación de Ceria corresponde a la línea 5 de metro y va directa al centro. Hay trece estaciones hasta Gare Centrale. Tardamos unos 20 minutos en total en llegar y el billete nos costó 2,10 euros por persona.

Estación de metro de Ceria


Supongo que habrá zonas más viejas que otras pero a mí me pareció que el Metro estaba bastante correcto (más viejito me pareció el de París y más en pañales el de Roma). Lo que sí noté fue la misma sensación que tuve en los meses posteriores al atentado del 11-M. Y es que como todos sabréis en Semana Santa de 2016 Bruselas sufrió una serie de atentados en algunas de las infraestructuras de transporte más importantes de la ciudad: el aeropuerto y la estación de metro de Maelbeek, cerca de las instituciones europeas.

La desconfianza se palpa en el ambiente y, de hecho, nos comentaron que el turismo había bajado mucho en Bélgica este verano. Además, justo en el mes de junio, unos días antes de partir a nuestro destino, hubo varias noticias de detenciones por querer atentar en el país y una amenaza de bomba finalmente falsa en un centro comercial.

Todo esto te hace estar alerta e incluso sentir miedo. En algunas ocasiones incluso puede haber quien se retraiga y deje de viajar a este sitio o a otro que haya sufrido algo semejante. Es entendible, claro que sí, por lo menos yo lo entiendo, pero al mismo tiempo me entristece bastante.


Visit Brussels


La llegada a la Gare Centrale de Bruselas nos abrió las puertas a una capital europea lluviosa. A las puertas escuchamos hablar a una pareja de españoles con una maleta y les preguntamos si sabían por dónde se iba al Grote Markt y al Mennakken Pis. Nada, estaban igual de perdidos que nosotros, así que continuamos dando vueltas porque sabíamos que estábamos cerca, aunque no éramos conscientes de cuánto de cerca.

Antes de nada hicimos una parada técnica para visitar un lavabo. Que sepáis en los sitios donde entramos para este menester nos cobraron 50 céntimos por persona. Aunque consumas, tienes que pagarlo. La medida no es algo que quede muy bien de cara al turismo, la verdad, así que aquí queda mi queja.

Normalmente me gusta mucho más patear las ciudades de arriba abajo pero como empezó a llover considerablemente y las zonas turísticas de Bruselas están muy retiradas unas de otras (la zona centro de las instituciones europeas y del Atomium), decidimos coger el bus turístico. El precio que tiene es de 25 euros por persona para un día. Puedes subir y bajar las veces que quieras, puedes usarlo en las dos líneas que recorren la ciudad y tienen una duración de 75 minutos cada una.

Comenzamos con la ruta que va al Atomium. Ya sabéis que los autobuses turísticos son estos rojos de doble piso. No están mal acondicionados pero hay detalles un poco raros como que el cable del auricular que te dan es más corto de lo que sería necesario para enchufarlo en los primeros asientos o que incluso algunas clavijas están rotas y no funcionan. Además, en la parte delantera de arriba, al lado de los cristales frontales, los autobuses no tienen limpiaparabrisas, por lo que si llueve, como era el caso, lo veíamos todo con las gotas de la lluvia. Según nos dijo el conductor los autobuses están hechos en Ourense, y parece ser que es así (aquí queda la sugerencia de los limpiaparabrisas).

Estuvimos un rato esperando la salida del autobús, ya que tienen un horario determinado y nosotros llegamos de los primeros. El conductor parecía sacado del Crazy Taxi y puesto que el tráfico era bastante denso, hizo mucho uso del freno y del claxon.

Lo que más me gustó de la línea 1, sin duda, fue llegar al Atomium. Es tan impresionante por fuera como dicen aunque no llegamos a entrar. El Atomium es una estructura de 102 metros de altura construida para la Exposición General de primera categoría de Bruselas de 1958 y representa un cristal de hierro ampliado 165 mil millones de veces. Además, está formado por nueve esferas de acero de 18 metros de diámetro.

Llegada al Atomium desde el bus turístico


De vuelta al centro de la ciudad nos bajamos en la parada del Manneken Pis para verlo más de cerca. No tuvimos que callejear demasiado, además la cantidad de turistas por los que está rodeado lo delatan enseguida. El tamaño del Manneken Pis es de 61 centímetros pero lo más llamativo es que le visten con diferentes trajes dependiendo de las diferentes efemérides del día. En nuestro caso, como era 1 de julio, le habían puesto un bañador y un flotador , dando la bienvenida al verano.

El Manneken Pis da la bienvenida al verano


Después del Manneken Pis callejeamos bastante y visitamos el Grote Markt o Grand Place de Bruselas, una preciosa plaza al estilo de la que habíamos visto el día anterior en Brujas pero mucho más grande. La verdad es que todo es tan bonito que no sabes hacia dónde mirar pero todo en conjunto es precioso. Prueba a dar una vuelta de 360 grados sobre ti mismo. Verás la magia que produce.

Grand Place o Grote Markt de Bruselas


En la Grand Place está situada la oficina de turismo y allí compramos un plano para situar algunas de las cosas que queríamos ver, como Jeanneke Pis, la versión femenina del Mennaken Pis que no encontramos por ninguna parte por tres razones: nos despistamos mirando los escaparates de las tiendas de chocolates, waffles y demás delicias belgas; no es un sitio tan frecuentado por turistas; y perdimos la orientación en un momento dado. No pasa nada. Buena excusa para volver.

Tras haber probado los waffles (con extra de nata y fresas, jeje) decidimos volver a coger el autobús, esta vez para realizar el recorrido 2, el que conduce a las sedes de las instituciones europeas. Esta vez pudimos ponernos un rato en la parte descubierta del autobús aunque no duró mucho porque empezó a caer de nuevo y corriendo tuvimos que bajar. El autobús nos llevó sorteando el importante tráfico a la zona donde están los edificios europeos y vuelta para la ciudad.

Sede de la Comisión Europea

De nuevo, callejeamos por el centro de Bruselas y compramos más chocolates para traer de recuerdo. Cayendo ya la tarde, volvimos a la Gare Centrale para coger de nuevo el metro hasta Ceria. Por la boca de metro por la que entramos no había taquilla como tal y se podía pasar directamente al andén. Luego nos dimos cuenta de que a la entrada, muy discreta, había una pequeña máquina expendedora. Así que cogimos de nuevo dos billetes, 4,20 euros ambos y a esperar el metro de vuelta.

Llegar hasta el coche nos llevó otros 20 minutos y a la salida nos sorprendió una nube repleta de agua y fuerza, tanto que tuvimos que esperar un rato sentados en el coche. Cuando escampó un poco, programamos de nuevo el GPS y de vuelta a Brujas con mucha prudencia porque aunque había dejado de llover bruscamente aun caía bastante agua.

Ya en Brujas decidimos comprar algo para cenar en el Carrefour, dar una vuelta por allí y después al B&B Antares. Llevábamos cinco intensos días recorriendo sitios de arriba hacia abajo y estábamos tremendamente cansados, así que cena, fotos, actualización a la familia y cama. ¡Qué cansancio! Mañana último día en Bélgica y otra vez a rodar hacia Francia, donde descubriremos uno de sus pueblos más bonitos.

¿Te ha gustado nuestra experiencia de viaje? No te pierdas el reto de nuestra aventura.

Booking.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario