jueves, 4 de agosto de 2016

Viajar a Bélgica en coche. Etapa 1: Madrid-Burdeos

Lo que vais a leer a continuación no es un listado de monumentos ni nada por el estilo; esos contenidos se encuentran fácilmente en Internet. Lo que sí podéis encontrar en este relato es el viaje enmarcado en la vida misma, además de cuestiones útiles y respuestas prácticas a cuestiones que se plantean en el camino. Si tienes alguna pregunta más, no dudes en escribirme a patricia@estoslocosbajitos.com.

La primera etapa de nuestro viaje en coche hasta Bélgica nos permitió descansar en Burdeos, la capital de Aquitania, del vino y una de las sedes de la Eurocopa 2016. De Madrid a Burdeos hay unos 700 kilómetros. Salimos con una temperatura de verano madrileño y, ya en la primera parada, cerca del aeropuerto de Foronda, en Vitoria, respiramos un poquito.

En carretera


Repostamos antes de salir de España, en Irún, en una gasolinera en la que había muchos camiones (según mi media langosta eso es buen síntoma) y echamos el diésel a 1,07 euros. Lo cierto es que había leído que en Francia los combustibles están más caros pero la verdad es que, si sabes moverte, no es así. En las autopistas de peaje el precio es un total abuso (entre 20 y 30 céntimos más por litro) pero cuando circulas por carreteras convencionales, incluso puedes respotar más barato (entre 1,09 y 1,05 euros el litro).

Eso sí, si echas gasolina en una estación automática, debes saber que además del importe que te cobran, te retienen una fianza por el máximo del valor que puedes repostar (entre 120 y 129 euros). No te vayas a asustar como hice yo y, acto seguido, bloqueé la tarjeta pensando que me habían robado. Este importe es solamente una retención y al cabo de unos días vuelve a estar disponible.

Una vez pasamos la frontera tras haber repostado, entramos en las famosas carreteras de peaje de Francia. En los primeros kilómetros de recorrido tuvimos que parar unas tres veces para pagar, aunque fueron importes pequeños. Por estas carreteras en Francia se puede circular a 130 kilómetros por hora (110 con lluvia) aunque encontramos obras en la carretera y el límite de velocidad fue menor durante un largo trozo del trayecto. Los radares suelen estar señalizados antes con placas (pero digo suelen, por si acaso). Hay que ser muy prudente con la velocidad porque las carreteras son realmente buenas y en algunos tramos, sobre todo yendo para Normandía, casi no encontramos coches, pero no hay que exceder el límite si no queremos pagar buenas multas.

En carretera encontramos durante todo el viaje muchísimos camiones de toda Europa (Dinamarca, Polonia, Bélgica, Holanda, Alemania,…) y muchas autocaravanas y roulots, aquí también vimos a muchos británicos. Mola ver cómo la gente coge la carretera y se va a ver mundo. Eso sí, precaución en la carretera con las roulots. A la vuelta vimos una que había volcado en una autopista (sin mayores daños que algunos materiales) porque se desestabilizan mucho con el viento.

Ocho horas más tarde desde nuestra salida de Madrid y unos cuantos peajes después, llegamos al área de circunvalación de Burdeos, famosa por sus retenciones. Encontramos un poco de atasco a la entrada pero la cosa no nos llevó más de media hora. Aunque nos daba un poquito de miedo el tema de darnos un golpecito con el coche por eso de no entender lo que te dicen (aunque encontramos franceses que hablan inglés, nos fue más difícil que en otros sitios, la verdad, luego os contaré que los belgas son políglotas), no tuvimos ningún percance.


Llegada a Burdeos


Una vez dentro de la ciudad, el GPS nos llevó sin ningún problema hasta el alojamiento que cogimos. Por favor, si hacéis un viaje por carretera, el GPS es lo mejor del mundo. Ya os podéis olvidar de parar para preguntar por una calle. Para mí, es uno de los descubrimientos del año: el GPS Tom Tom que nos prestaron unos amigos y que, por supuesto, para el próximo viaje, compraremos nosotros.

El sitio que cogimos para hospedarnos fue un bed and breakfast. En realidad los cuatro sitios que elegimos para alojarnos fueron B&B (todos a través de Booking) y la experiencia no pudo ser mejor. El B&B de Burdeos se llama Bordeaux Cosy B&B. Al hacer las reservas, me aseguré de que todos los lugares que reservé tenían aparcamiento de uno u otro modo. En el Bordeaux Cosy B&B tuvimos un parking privado y lo cierto es que da mucha tranquilidad. Días antes, a través de e-mail, el propietario me indicó el número de plaza que me correspondía y cómo acceder al garaje. También me dio instrucciones del día de llegada y la verdad es que quedé encantada.

Al llegar al B&B, aparcamos y entramos directamente con nuestro equipaje, donde nos atendió muy amablemente la hija del dueño. Los franceses (seguro que como nosotros lo que pasa es que no nos damos cuenta) tienen un acento bastante marcado al hablar inglés y la verdad es que me perdía constantemente. A esto se suma que llevaba tiempo sin practicar en condiciones mi inglés, pero esta situación mejoró bastante según fueron pasando los días de viaje.

El Bordeaux Cosy B&B tiene un recibidor bastante chulo y casi lo primero que ves al entrar es el jardincito con la piscina, que se podía utilizar e incluso nos dejaban toallas. Además, tenían un mini-bar del que pudimos coger de manera gratuita (nos dijeron que se podía usar con moderación) un par de refrescos. Nos dejaron un plano de la ciudad indicándonos modos de transporte para llegar a la parte bonita de Burdeos y algunas de las zonas de mayor interés turístico. Es de reseñar que nosotros pedimos una habitación normal y que, como tenían una superior libre, nos subieron de categoría sin ningún cargo adicional.

Compartimos estancia con el gato de los dueños. Parece ser que es normal encontrar sus mascotas en los B&B. A nosotros no nos molesta para nada. Es más, nos agrada siempre que sean gatos o perritos pequeños. Una de las peculiaridades de los B&B con respecto a los hoteles es que es todo bastante familiar. De hecho, las casas suelen ser el lugar donde residen habitualmente los dueños y destinan unas pocas habitaciones para huéspedes.

Una vez dejamos el equipaje y nos aseamos un poquito, nos echamos a la calle para conocer una de las sedes de la Eurocopa de este año. Además, justamente ese lunes (27 de junio) se enfrentaban las selecciones española e italiana aunque en Saint Denis, en París. Por lo que pudimos observar al pasar por un bar, justo cuando Italia marcó su primer gol, nos quedó clarinete que los franceses apoyaban a los italianos porque saltaron de alegría como no os podéis imaginar, jeje.

En el mapa podéis ver la primera parte del recorrido que hicimos y, en este enlace, la segunda.



Pateando las calles


La primera impresión que nos llevamos de Burdeos al salir del B&B es que la ciudad estaba tremendamente sucia. El paseo hasta la zona más turística, por la Course de l’Argonne hasta la Plaza de la Victoria, era un reguero de bolsas de basura. Dedujimos que era a esa hora cuando se sacaba la basura a la calle para que los servicios de limpieza la pudiesen recoger pero la verdad es que al día siguiente por la mañana también encontramos mucha basura. Igual el tema de la Eurocopa influyó bastante.

Pateando las calles de Burdeos, con mucha presencia de los gendarmes

Al llegar a la Plaza de la Victoria empezamos a ver más turistas y, a pie, visitamos durante la tarde los puntos estratégicos que había marcado previamente en el mapa: la Basílica de St. Michael, el Puente de Piedra, la Plaza de la bolsa y el espejo de agua, el Gran Teatro, la Catedral de Saint Andre y las puertas de la antigua fortificación (la que más me gustó fue la Grosse Cloche).

Bienvenido a Burdeos, sede de la Eurocopa 2016. Foto desde el espejo del agua

Lo que más me gusta de visitar una ciudad nueva no es solo ir de monumentos, que también, sino sentir el pálpito de las calles y patear, patear y patear. El paseo, la curiosidad, encontrar algo diferente o muy igual a lo que estamos acostumbrados… Sin duda, la parte más bonita de la excursión fue la ribera del río Garoña ya que, al aire medieval de la ciudad se contrapone en esta zona la modernidad y la actividad al lado del río; grupos de jóvenes bailando al ritmo de la música, patinadores, corredores, ciclistas,…

Gente bailando, patinando, corriendo, en bici... La ribera del río Garoña está llena de actividad
Me llevé una sorpresa también cerca del Puente de Piedra. Como lectora que soy, disfruté mucho encontrándome esta pequeña librería de intercambio de libros que le da ese toque bohemio a la ciudad.

Librería callejera
También me llevé de Burdeos la mejor foto del viaje. Es del barrio árabe de Burdeos, unas calles llenas de fruterías y tiendas de ultramarinos con olor a especias que iban a parar hasta St. Michael. La cosa en Burdeos, va de puertas ;)

El mundo está lleno de #amor #love #amour
Una vez recorrida toda la zona turística, pusimos rumbo de nuevo al B&B aunque quisimos hacer una parada para cenar. Barajamos varias opciones en la zona de la Plaza de la Victoria. Vimos en muchas mesas gente disfrutando de los partidos de la Eurocopa comiendo tablas de jamón, quesos, patés,… La zona es un poco cara y como no comprendíamos bien el idioma acabamos en un sitio de pizzas que no nos gustó mucho. Pagada la inexperiencia, el resto de días la verdad es que comimos bastante bien.


A descansar


Terminada la cena, volvimos al B&B. Si le tengo que poner una pega a este alojamiento es que está lejos de la zona turística y que el paseo a pie no es muy bonito, aunque siempre está la opción del tranvía. Tardamos alrededor de media hora andando y lo cierto es que a eso de las 9 y media o diez continuaba siendo de día pero las calles se fueron quedando desérticas (algo bastante común en Europa, por cierto).

Llegamos al B&B, hablamos con las familias y repasamos las noticias. La habitación era amplia y la cama bastante cómoda. Lo mejor de todo era la terraza con vista al jardín y a la piscina. Salí y entré varias veces sin motivo alguno (también probé sin razón el funcionamiento de la persiana eléctrica, jeje) solo porque el sitio me pareció precioso. Y con el cansancio acumulado del día se nos cerraron las persianas, y así terminó la primera etapa de nuestro viaje por carretera hasta Bélgica, sin saber que, al día siguiente, lo que nos esperaba era la parte que más nos enamoraría de este viaje.

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